domingo, 21 de septiembre de 2014

De vivos y muertos (Plato del Domingo 21/09/2014)

Es triste despertarse con la amarga noticia que dos jóvenes, que conocía y eran muy buenos amigos de mis amigos del IUT de Caracas, murieron asesinados, así, como si morir asesinado ya fuese normal. 24 años cuando mucho, chicos buenos, estudiosos y trabajadores, gente que le da (daba) un valor agregado al país. Nos están matando como al ganado, poquito a poco, sin sentido. Es inadmisible una muerte así, tiroteados, supongo porque querían robarles el carro, los teléfonos, el dinero... al final solo les robaron la vida, y con ella todo. Los venezolanos estamos viviendo menos que los perros, pues estos, en un año viven 7, nosotros si llegamos a los 25-30 años somos "suertudos", hemos hecho magia para sortear, de forma surrealista, todos los males que consumen nuestra sociedad, entre ellos, el más grave, más absurdo, más trágico: el asesinato. Es increíble cuantos han muerto, cuantos están muriendo en este momento cuando les dedico estas líneas, amigos míos, y cuantos más morirán, por la misma razón, de la misma forma, y bajo circunstancias similares. Nosotros mismos en un momento podemos apagarnos y ser parte de esas estadísticas que parece que nadie lee, nadie entiende, y que a nadie le importan un carajo. De cierta manera, todos somos culpables de la muerte de esos dos jóvenes, futuro de un país, como tú, como yo.

 Peor que un gobierno incompetente es un pueblo complaciente. Pero no puedo, no podemos, achacarle todo al gobierno, pues responsabilizarlos de todo sería darles más importancia de la que en realidad tiene. Me atrevo a pensar que nuestro mayor problema es la escasez de tolerancia. Hemos perdido, de cierta forma o manera, el respeto por el otro. En ningún país del mundo los organismos de seguridad tienen pleno control de todo, lo que marca la diferencia es la gente. Personas que saben y entienden lo que es vivir en sociedad, en comunidad.

En una oportunidad, cuando vivía en Francia, un joven desató una ola de comentarios entre los unos y los otros, al sentirse ofendido cuando, al realizar una llamada a la Embajada de Venezuela en París, fue atendido por una ciudadana cubana (por el acento, claro). Sus palabras destilaban odio, un odio iracundo y sin sentido. Una falta enorme de tolerancia. Es algo tan arraigado a nosotros que, incluso, lo “exportamos”. Recuerdo que tuve que intervenir, no podía ver a los unos desgarrándose con los otros, pues como me enseñó mi maestro, Einstein, el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.

Les dije:
¿Qué logramos con esto? Es, a mi parecer, la pregunta que debemos hacernos en cada momento de la vida antes de decir algo, hacer algo o tomar una decisión. Me pregunto entonces, con estos mensajes ¿Qué logramos?

Personalmente, creo y siempre he creído, que lo que enriquece a un país es su cultura, parte de esa cultura la hace su gente. Francia nos ha permitido ver como un coctel de culturas se mezcla y entrelaza. Entonces, si todas estas culturas, incluyéndonos a nosotros mismos, pueden coexistir en Francia, por qué nos vemos cerrados a la idea de que en nuestro país ocurra lo mismo.

¿Saben qué es triste?, decir “tú eres extranjero, no te queremos aquí”, al decir eso mostramos sin saberlo, incluso sin quererlo, una total falta de tacto, mostramos misantropía, mostramos nuestra inhumanidad. ¿Se imaginan que nos dijeran eso los franceses? Yo jamás he pasado por ello, y espero ustedes tampoco.

Un país no se construye por aquellos adeptos al gobierno o por aquellos que no lo son, un país es construido por TODOS, todos y cada uno, todas esas personas que se levantan temprano para ir a dar clases, para ir a cuidar a los enfermos, para ir a limpiar los pisos, para ir a batir cemento. Un país es el fundamento y la clara evidencia de la teoría holística: todos juntos valemos, cada uno por su
lado no hacemos nada. Ese país es construido también por todos nosotros, estemos aquí, en Rusia, en Uganda, en la Sierra Maestra o en La Luna.

Yo siempre he sido, y creo seré, de izquierda, de una izquierda ideológica, heredada por mis maestros, mis amigos mudos, quienes no me han hablado jamás, pero me han mostrado, a su manera, mediante su trabajo, lo que es el mundo y la sociedad. García Márquez, Einstein, Sartre, tres hombres diferentes, pero un mismo ideal: lo humano por sobre todo. ¿Qué hay entonces de mal con nuestros hermanos cubanos? Nada.

Un gran escritor cubano, José Martí, dijo una vez “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”; debatamos entonces, hagamos que las ideas resuenen, pero no lleguemos a las mofas o a las ofensas. ¿Cómo saber con seguridad si el problema de Cuba radica en los hermanos Castro o en su bloqueo económico? No podemos saberlo, tenemos dos incógnitas y una sola ecuación, es irresoluble. Tendríamos que comparar dos mundos paralelos: uno donde los hermanos Castro gobiernan pero jamás hubo bloqueo económico, y otro donde ellos ni siquiera existieron pero el país se ve bloqueado económicamente. ¿Es eso posible? No. Entonces no discutamos sobre algo que no nos lleva a nada, pues de la nada nunca vendrá nada.

Si entre nosotros hay adeptos al gobierno o no, creo que queda a decisión de cada quien. Reñir entre nosotros, por nuestras ideologías políticas, filosofías de vida, creencias religiosas, orientación sexual, no va a construir un país, todo lo contrario, nos dividirá.

Debemos buscar el camino al entendimiento, como lo hace la literatura:

“…La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez…” Mario Vargas Llosa, Lectura Nobel (2010)

Además, recordemos que nuestro continente es joven, y apenas está comenzando a escribir su historia, la historia que nos llevará, en su momento, a liberarnos del nudo de nuestra soledad. Ya lo dijo García Márquez “…América latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida…” Gabriel García Márquez, Lectura Nobel (1982).

Hagamos pues debates, organícemelos, que se haga un torbellino de ideas, y que esas ideas nos permitan llevar a Venezuela, a la América Latina, a la tierra de tantos hombres míticos y tantas mujeres soñadas, a ese futuro prometedor, construido por todos, y para todos.


Eso, en aquel entonces, sirvió para calmar los ánimos, y espero yo, para abrir la mente de algunos. No dejemos que el fanatismo, que nos ha conducido a donde estamos, nos nuble la razón. Las personas creen que la política es como el béisbol: una vez que eliges un equipo no puedes cambiar. Un Magallanero jamás apoyará al Caracas, un Caraquista jamás apoyará al Magallanes. Pero en la política no podemos, ni debemos, ser tan absurdos. No seamos incapaces de darnos cuenta que la política no es béisbol, y que el cambiar de opinión muestra raciocinio y capacidad, objetividad y sentido crítico.

Esa falta de tolerancia se ha llevado a dos venezolanos más, y lamento el pensar que se llevará a muchos más. ¡Pero que desconsiderados seriamos los vivos para con los muertos, cuando en vez de culpar a quien lo mato, culpamos al mismo muerto por morirse! Creo que en ese punto estaríamos perdiendo la poca humanidad que nos queda. Hagamos y busquemos hacer cada día más por nuestro país, no importa donde estemos, critiquemos constructivamente, opinemos para mejorar, seamos objetivos. Hagamos el esfuerzo humano de ser cada día más humanos, mejores ciudadanos; recuerden que lo humano entraña el preocuparse los unos por los otros y a su vez la civilización entraña trabajar juntos por una vida mejor. Es por esto que debemos buscar en nosotros mismos mejorar, y exigir al gobierno que lo haga en la misma medida.

En caso de no lograrlo, el futuro de Venezuela será cada vez más incierto... si seguimos muriendo así, y las generaciones que nos relevaran no purgan la corrupción que las carcome, entonces dentro de 30 años habrán muerto todos los médicos, obreros, ingenieros, amas de casa, abogados, educadores, bomberos, en fin, toda la gente de valor. Solo quedará entonces la escoria, quienes se pelearan los unos contra los otros, como ya lo hacen, por terreno, por poder, porque ya no habrá qué ni a quién robar, pues todo habrá sido robado. Quienes con tristeza hayan dejado el país, buscando una suerte de escapatoria al "caos", hablaran de él con misticismo, como algo que pudo ser y no fue. Se contaran entonces historias de gente valiosa, que cayó como se cae en una guerra, y el país se habrá convertido en un lugar de cuyo nombre no querrán acordarse, donde hará ya mucho tiempo vivían gentes buenas, con esperanzas, sueños y ganas de superarse.

Por: Jesús Villalobos

0 comentarios:

Publicar un comentario